El trajinero y el jumento 
					 
					    Midiéndole las costillas 
					de muy bárbara manera, 
					dijo el trajinero al burro: 
					-»Cruzarás esta vereda 
					mal tu grado.«- 
					                          -»No la cruzo, 
					aunque a varazos me muelas.«- 
					-»No consiento terquedades.«- 
					-»Ni yo cometo torpezas; 
					
					
					¿quieres 
					que vaya al escollo 
					que conozco? Mal lo piensas. 
					No hay ninguno de mi raza, 
					tan cerrado de mollera, 
					que no esquive los peligros. 
					Sitio que daños nos cuesta, 
					
					
					¿pasarlo 
					segunda vez? 
					Ca; primero nos desuellan.«- 
					 
					                             *** 
					 
					    Quien reincide en el vicio, 
					y en el riesgo no escarmienta, 
					tome lecciones del burro, 
					que es maestro en la prudencia. 
					 
					
					
					El papagayo y el elefante 
					 
					    En tono harto irritante 
					decía el papagayo al elefante: 
					-»Y 
					
					¿no 
					tienes a mengua 
					encerrar, vergonzoso, 
					tan diminuta lengua 
					dentro ese cuerpo en magnitud coloso? 
					La mía, ya lo ves, con ser yo chico, 
					me está estrecha en el pico.«- 
					    -»No envidio tu estructura; 
					soy fuerte, -dijo el bruto con dulzura,- 
					y desdeño prudente tus alardes; 
					ser lenguaraz es propio de cobardes.«- 
					 
					
					
					El arroyo y la alondra 
					 
					    Cierto arroyo cenagoso 
					dijo a la alondra en su vuelo: 
					-»¿Cómo 
					para ataviarte 
					no te miras en mi seno?»- 
					-»Porque son turbias tus aguas 
					y yo me miro en el cielo.«- 
					 
					                          *** 
					 
					    El vicioso, en su conducta, 
					es el arroyo de cienos; 
					sus obras son aguas turbias 
					que no sirven para espejo. 
					 
					
					
					La palmera y el genio 
					 
					    Preguntad a la palmera 
					
					
					¿por 
					qué da frutos mejores? 
					y os contesta tristemente: 
					-»Nutrime en tierra salobre.«- 
					    Preguntad 
					
					¿quién 
					le dio al genio 
					sus más bellas concepciones? 
					y os dirá con amargura: 
					-»Me apacenté en sinsabores.«- 
					 
					
					
					La luz y las ranas 
					 
					    Silencio impone a las ranas 
					una luz bien encendida. 
					 
					                   *** 
					 
					    La virtud esplendorosa 
					es mordaza de la envidia. 
					 
					
					
					El león y su hijo 
					 
					-»¡Pobre 
					hijo mío! tu natalicio 
					va presidido de aciaga estrella; 
					con darte vida, perdió la suya 
					tu augusta madre, la infeliz reina. 
					    Y 
					
					¿quién 
					ahora, cabe tu cuna, 
					velará amante por tu existencia 
					dando a tu cuerpo jugosa leche, 
					y altas virtudes a tu alma tierna?«- 
					    Eso decía, meditabundo, 
					el poderoso rey de las selvas, 
					príncipe egregio, que en todo imprime 
					los resplandores de su grandeza; 
					    pero, venciendo tenaz congoja, 
					yergue su frente, y al punto ordena 
					que se convoquen a su manida 
					las más robustas lechosas hembras; 
					    y la que elija, como nodriza 
					para su hijuelo, tendrá riquezas 
					en abundancia, dijes preciados, 
					cubil muy blando, comida espléndida. 
					    Pronto al reclamo del pregonero, 
					que rebuznaba con entereza, 
					del alto monte, del hueco valle, 
					de los breñales y la pradera, 
					iban surgiendo las candidatas. 
					    Cuando estuvieron en asamblea, 
					con voz potente, desde su trono, 
					el León hablolas de esta manera: 
					    -»Ese cachorro, recién nacido, 
					vástago ilustre de mi ralea, 
					es el que un día, monarca fuerte, 
					ha de regiros en paz y en guerra. 
					    Para que sea digno del solio, 
					hay que inspirarle grandes ideas; 
					nutrir su mente de hechos heroicos; 
					darle virtudes que le enaltezcan. 
					    Venid, pues, todas; no haya recelo; 
					cada cual hable con su llaneza, 
					y exponga franca qué moral sabia, 
					qué delicadas máximas bellas 
					hará que suenen en los oídos 
					de esa criatura, toda inocencia.«- 
					    Vino la zorra: -»Yo enseñarele 
					actos de dolo, mañas arteras.«- 
					-»Yo la venganza« -dijo la loba. 
					-»Idos entrambas, que sois perversas.«- 
					-»Le haré ligero« -dijo la corza. 
					-»Yo fiel y dócil« -clamó la perra. 
					-»Quiérole manso« -dijo la burra. 
					-»Yo altivo y noble« -dijo la yegua. 
					-»Bien, pobrecitas, 
					
					¿y 
					la elefanta 
					qué bien la inculca?«- 
					                                     -»La fortaleza 
					con la dulzura.«- 
					                             -»¡Prendas 
					preciosas! 
					
					
					¿Y 
					qué le infundes, tú, blanda oveja?«- 
					    En voz muy queda, toda temblando: 
					-»Gran rey, responde, yo la clemencia.«- 
					-»Esa, hija mía; esa es, sin duda, 
					de las virtudes la más excelsa: 
					ella es un lazo que, en amor santo, 
					con el vasallo nos encadena; 
					ella nos hace ligero siempre 
					el duro peso de la diadema. 
					Ve: da tus pechos a mi cachorro; 
					vela amorosa su cuna regia.«- 
					 
					                                        *** 
					 
					    
					
					¿Quién, 
					sospechara que un ser salvaje 
					con tales dotes resplandeciera? 
					Y 
					
					¿habrá 
					un monarca que no perdone 
					cuando perdonan hasta las fieras? 
					 
					
					
					El saltimbanquis 
					 
					    A trompetazos un saltimbanquis 
					             la gente llama, 
					y en torno suyo, formando corro, 
					             todos se paran. 
					 »¡Ea, 
					señores, que ya comienza 
					             la alegre danza.«- 
					Y varios pavos al punto arroja 
					             sobre una plancha. 
					En cuanto ponen los pies en ella, 
					             las aves saltan; 
					y gesticulan; y dan chillidos; 
					             baten las alas. 
					A carcajadas se ríe el vulgo, 
					             y hay quien exclama: 
					-»Bien se comprende que de sus pechos 
					             el gozo estalla; 
					
					
					¿quién 
					dudar puede que son dichosos 
					             cuando así bailan?«- 
					-»Mal los juzgasteis. Sus espavientos, 
					             -otra voz clama- 
					son los martirios del vivo fuego 
					             que les abrasa; 
					los pobres tienen un hierro ardiente 
					             bajo su pata.«- 
					 
					                                     *** 
					 
					Más de un artista, bufón forzado 
					             sobre las tablas, 
					lleva en su pecho candente el hierro 
					             de la desgracia, 
					y en sus adentros sufre dolores 
					            y vierte lágrimas. 
					 
					
					
					En el sol y en la sombra 
					 
					    Mientras espléndido el sol 
					doró mi ser, 
					
					¡cosa 
					rara! 
					con trazas de amiga fiel, 
					mi sombra me acompañaba. 
					    Después el sol se ocultó; 
					perdí su lluvia dorada; 
					y al verme sin ella ya, 
					la sombra me dejó, ingrata. 
					 
					                            *** 
					 
					    ¡Cuántas 
					sombras de amistad 
					desvanece la desgracia! 
					 
					El corcho 
					 
					    Hundid el corcho-y él se levanta; 
					no se sumerge;-flota en el agua. 
					 
					                                 *** 
					 
					    La verdad, dicen,-que está formada 
					de esa corteza-que sobrenada. 
					 
					
					
					El viejo y la voz 
					
					
					La materia y el espíritu 
					 
					
					
					-»Partes de mi propio cuerpo, 
					formas un tiempo lozanas, 
					
					
					¿cómo 
					así os desmoronáis?- 
					-triste un viejo preguntaba.- 
					Encaneció mi cabeza; 
					púsose corva la espalda; 
					la tez perdió su tersura 
					y hasta las fuerzas me faltan. 
					
					
					¿De 
					qué arcilla deleznable, 
					de qué polvo estáis formadas, 
					que, en la escala de la vida, 
					el subir os anonada?«- 
					-»¿Es 
					que la materia muere«- 
					Clamó una voz sobrehumana. 
					Facultades del espíritu, 
					que, buscando mejor patria, 
					pugnáis siempre por romper 
					la prisión que os avasalla; 
					
					
					¿cómo 
					tan altas crecéis?«- 
					-El mismo viejo exclamaba.- 
					-»Ahora mi entendimiento 
					sus horizontes ensancha; 
					y es mi voluntad más firme, 
					y es mi memoria más clara. 
					    Nobilísimas potencias, 
					
					
					¿de 
					qué esencia estáis formadas, 
					que en la aridez del invierno 
					florecéis con tantas galas?«- 
					    Y la voz dijo: -»El Eterno 
					las forjó en excelsa fragua. 
					Ellas proclaman a coro 
					la inmortalidad del alma.«- 
					 
					
					
					La niña y las ondas 
					 
					-»Teme, ángel mío, 
					las ondas mansas; 
					huye sus besos. 
					Deja la playa.«- 
					-»No, madre mía. 
					
					
					¿Cómo 
					temerlas 
					si me acarician?«- 
					    Pasa un instante; 
					las crespas olas, 
					mintiendo halagos, 
					vuelven traidoras; 
					y 
					
					¡ay! 
					que al mar llevan 
					al angelito 
					que fió en ellas. 
					 
					                *** 
					 
					    Olas: las mismas 
					que en lenguas de agua 
					laméis la arena, 
					para tragarla; 
					sois fementidas: 
					tenéis los besos 
					de la perfidia. 
					 
					
					
					El jardín y el monte 
					 
					    Burlose un jardín florido 
					de la incultura del monte; 
					-¿Cómo 
					así tan sin ropaje? 
					
					
					¿Tu 
					desnudez no conoces? 
					»¡El 
					manto con que me cubro 
					lo esmaltan ricos colores; 
					pero el tuyo es deslucido: 
					
					
					¡Qué 
					aridez! 
					
					¡Serás 
					muy pobre!«- 
					-»Esto dicen; mas no pienses 
					que tus galas ambicione; 
					las flores que tú produces 
					son bien efímeras flores; 
					apenas duran un día. 
					Pero yo he criado el roble, 
					y el roble vivirá un siglo: 
					la diferencia es enorme.«- 
					 
					                               *** 
					 
					    Qué bien dijo aquel que dijo 
					»que el hábito no hace el monje.« 
					 
					
					
					El ascua 
					 
					El ascua candente ardía 
					y la guardaron respeto; 
					hoy la ven hecha pavesas 
					y la pisan con desprecio. 
					 
					                   *** 
					 
					    
					
					¡Qué 
					de veces se repiten 
					en el mundo esos ejemplos! 
					 
					
					
					La espada y el escudo 
					 
					    Cierta luciente espada, que en la vaina, 
					en ocio torpe, sin cesar durmió, 
					de un abollado, deslucido escudo 
					             cobarde se burló. 
					    Éste dijo: -»Producto de la inercia 
					es tu esplendor, sobrado baladí; 
					yo me empañé en la lid; la abolladura 
					             es gloria y fama en mí.«- 
					 
					
					
					La paloma y la urraca 
					 
					    La urraca picotera 
					    decía a la paloma, su vecina: 
					-¿Sabes 
					que es feo por demás, hermana, 
					ese pavón venido de las Indias? 
					
					
					¿No 
					has visto qué ridículas maneras, 
					
					
					¿Qué 
					voz, tan repugnante y desabrida? 
					
					
					¿Y 
					los pies? 
					
					¡Santo 
					Dios, qué pies aquellos! 
					»Al recordarlos una se horripila. 
					Si tal monstruosidad el mundo aclama 
					como una maravilla, 
					a fe de urraca, que mal gusto tiene.«- 
					-»Pues, ves, amiga mía, 
					-le contestó la cándida paloma;- 
					yo dudo mucho que en la tierra exista 
					otra ave que atesore 
					tal conjunto de gracias peregrinas. 
					Hay esbeltez en su bonito talle; 
					hay en su andar nobleza y gallardía, 
					y en su garzota de ligeras plumas 
					un singular donaire que cautiva. 
					Cuando, mintiendo el iris de los cielos, 
					forma su cola aquella rueda linda, 
					rica en cambiantes de zafir y oro, 
					hasta las flores su matiz envidian. 
					
					
					¿Quién, 
					pues, urraca, al ver tantos portentos 
					sus lunares levísimos no olvida?«- 
					 
					                                           *** 
					 
					    El malo siempre al prójimo censura 
					con acritud indigna; 
					el bueno en su indulgencia 
					a la paloma imita; 
					
					
					¿nos 
					encuentra defectos? disimula. 
					
					
					¿Nos 
					nota bellas prendas? las publica. 
					 
					El lirio 
					 
					    -»Si las flores se agostaron 
					»al rigor del sol de estío, 
					
					
					¿cómo, 
					lleno de frescura 
					y de encantos peregrinos, 
					tú solo al cielo levantas 
					la frente, cándido lirio?«- 
					-»Es que guardé cuidadoso 
					una gota de rocío, 
					que depositó la aurora 
					en mi seno alabastrino; 
					y a esa dulce gota debo 
					la pureza con que brillo.«- 
					 
					                          *** 
					 
					    La inocencia es para el alma 
					cual la gota de rocío: 
					aquellos que la guardaren 
					inmaculada, de fijo 
					alzarán siempre su frente 
					tan pura como los lirios. 
					 
					
					
					La nube 
					 
					    Densa y oscura vaga la nube 
					mientras el agua vive en su seno; 
					cuando la vierte sobre la tierra 
					la negra nube va esclareciendo. 
					 
					                                      *** 
					 
					    Brumosa y triste se siente el alma 
					mientras la oprimen secretos duelos; 
					si al fiel amigo los comunica, 
					se alivia el peso de su tormento. 
					 
					
					
					La nave rota 
					 
					-»Piloto inhábil, que en terrible escollo 
					hiciste zozobrar la nave mía; 
					piloto inhábil, -exclamaba el náufrago,- 
					el cielo te maldiga.«- 
					    -»Me increpas sin razón; la mar traidora, 
					de mansa que era se tornó bravía; 
					y ella, no yo, llevándola a las rocas 
					hizo la tabla astillas.«- 
					    Y la mar dijo: -»El inconstante viento, 
					en hora aciaga, desató sus iras; 
					no me culpéis: su embravecido soplo 
					volcó la navecilla.«- 
					    -»Y 
					
					¿puedo, 
					por ventura, poner vallas 
					al poder invisible que me agita? 
					
					
					¿No 
					os conduzco a buen puerto muchas veces? 
					
					
					¿De 
					qué se me acrimina?«- 
					    En resumen, el náufrago no supo 
					de donde el contratiempo procedía. 
					 
					                                              *** 
					 
					    Negra, muy negra debe ser la culpa, 
					cuando todos la esquivan. 
					 
					
					
					El avaro y el barquero 
					 
					-»¿Vais 
					al infierno?« -dijo Caronte. 
					-»Sí -secamente clamó el avaro.- 
					venga el pasaje.«- 
					                                -»No pago impuestos.«- 
					-»Pues no hay barquilla.«- 
					                                         -»Ireme a nado.«- 
					-»Nadie en mis barbas la ley infringe; 
					ved que el ser terco no os cueste caro; 
					para este censo tenéis el óbolo 
					que os ofrecieron al enterraros, 
					y ese es el premio que a todos cobro; 
					
					
					¿lo 
					dais?«- 
					                   -»He dicho que nada pago.«- 
					    Y dando oídos a su egoísmo, 
					tal vez por miedo de ser robado, 
					se engulle el cobre: corre al Estigio; 
					hiende las ondas, y cruza el lago. 
					    Cuando tocaba la opuesta orilla, 
					preso al Averno se lo llevaron, 
					Plutón le dijo: -»Mísero viejo, 
					voy a vengarme de tu atentado; 
					vas a pagarme toda la usura; 
					todos tus fraudes y tus engaños.«- 
					    Y golpeando tremendo el yunque, 
					de donde brotan siniestros rayos, 
					exclama: -»¡Minos! 
					crea un suplicio 
					atroz, horrible, desesperado, 
					que sus entrañas torture lento; 
					que sea fuente de eterno llanto. 
					    El hierro es poco para ese infame, 
					el fuego mismo fuera harto blando; 
					sus sufrimientos han de ser crueles; 
					mucho más crueles que los de Tántalo. 
					Aguza, aguza pronto tu ingenio; 
					no te detengas; yo te lo mando.«- 
					    El juez severo de los infiernos 
					se alzó entre llamas; meditó un rato, 
					y al cabo dijo: -»Haz que reviva: 
					que vuelva al mundo de los humanos; 
					que, en justa pena de su avaricia, 
					miren sus ojos el despilfarro 
					que, a todas horas, sus herederos 
					están haciendo de sus denarios.«- 
					 
					
					
					El rocín y el jumento 
					 
					En escondido valle, cierta noche, 
					tras de ruda jornada, 
					postrados de fatiga 
					dormían Don Quijote y Sancho Panza; 
					aquél viendo entre sueños 
					a Dulcinea, su fermosa dama, 
					y éste creyendo gobernar tranquilo 
					la ínsula tantas veces suspirada. 
					    No lejos de sus dueños, y paciendo 
					con harta holgura la menuda grama, 
					Rocinante y el Rucio, 
					como buenos amigos, platicaban: 
					-»¿Has 
					visto a mi señor -dijo el jamelgo- 
					con qué bravura terminó su hazaña, 
					y cómo, hidalgo, perdonó al del Bosque, 
					cuando rendido le miró a sus plantas? 
					Esto es saber vencer al enemigo; 
					esto es triunfar con honra en las batallas. 
					
					
					¿Dónde 
					hallar ningún otro caballero 
					que adquiera tanto lauro y tanta fama?«- 
					-»Pues a fe de borrico, 
					que semejante prez no se me alcanza. 
					
					
					¡Qué 
					diablos de victorias! 
					Sacar rotas la oreja y la celada, 
					quebrantados los huesos otras veces, 
					o molidas a palos las espaldas. 
					
					
					¿Qué 
					vale ganar hoy, si siempre pierde?«- 
					-»No seas machacón: la empresa es santa; 
					y, lo repito, es fuerza que fundemos 
					igual institución en nuestra raza. 
					
					
					¿Caballería 
					andante tienen ellos? 
					Tengámosla también, que la reclaman 
					la débil inocencia perseguida, 
					la impotente flaqueza avasallada. 
					
					
					¿No 
					hay follones acaso, y malandrines? 
					
					
					¿No 
					devoran, feroces, y a mansalva, 
					la vulpeja a la cándida paloma, 
					y el voraz lobo a la cordera mansa? 
					Y el tigre y el león, y tantas fieras 
					como se ceban en la sangre humana, 
					di 
					
					¿no 
					merecen ejemplar castigo?«- 
					-»Sí, en verdad; pero 
					
					¿quién 
					les pone a raya?«- 
					-»Nosotros; ejerciendo el noble oficio 
					que ejerce Don Quijote de la Mancha.«- 
					-»Y 
					
					¿dónde 
					vamos a colgar el yelmo, 
					ni cómo haremos uso de la lanza?«- 
					-»Qué yelmo, ni qué lanza, majadero? 
					
					
					¿No 
					llevamos los dos mejores armas? 
					Coz y mordisco al que luchar se atreva. 
					Y, fuera compasión, caiga el que caiga. 
					El fraude, el robo, el crimen, 
					son hijos de la gula y de la holganza; 
					la continencia sólo y el trabajo 
					harán la bestia honrada. 
					No se apacienten, pues, en carne viva, 
					que buenos son el heno y la cebada; 
					y, en vez de holgar y acariciar el vicio, 
					edúquense, y aténganse a la carga.«- 
					-»¿Y 
					nos dará provecho el sacrificio?«- 
					-»Y sempiterna fama; 
					los más ricos graneros 
					nos brindarán el trigo a fanegadas, 
					y los feraces campos 
					su fresca yerba y su sabrosa alfalfa. 
					
					
					¿Y 
					en las lides de amor? 
					
					¡Cuánta 
					ventura! 
					La mejor yegua que crió el Jarama 
					será para nosotros.«- 
					                                  -»La renuncio: 
					en mi pueblo natal, junto a mi casa, 
					hay una burra de lucido pelo, 
					nervudos lomos y carnosas ancas, 
					que me tiene hechizado. No la cambio 
					por fembra alguna.«- 
					                                   -»¡Bien 
					por tu constancia! 
					Sobrado premio te darán las luchas.«- 
					-»¿Y 
					serán arriesgadas?«- 
					-»¿Quién 
					lo duda? Se puede hallar la muerte 
					a un solo golpe de potente garra; 
					puede venir una atrevida hiena 
					que, a puro dentellar, nos parta el alma; 
					o un fiero encantador, hecho vampiro 
					que chupe nuestra sangre...«- 
					                                              -»¡Oh! 
					calla, calla.«- 
					-»Aventuras son estas.«- 
					                                         -»Desventuras, 
					dirás mejor; no, no me cuadran. 
					Al pensar en los riesgos que me pintas, 
					me gruñen las entrañas. 
					Insiste en tu locura si te atreves; 
					corrige los entuertos que te plazca; 
					imita a tu señor, y por mi vida, 
					que pararéis los dos en una jaula. 
					Yo no tengo valor para esa empresa; 
					y en cuanto asome el alba, 
					voy a decir al labrador Alonso, 
					al que llamáis ahora Sancho-Panza, 
					al amo mío, que marchemos juntos; 
					que me deje habitar la antigua cuadra, 
					que me lleve cual antes al molino; 
					y me ocupe otra vez en la labranza.«- 
					-»¡Vete 
					con Dios! Por tu medroso genio 
					y tu poca ambición téngote lástima.«- 
					    Esto dijo el rocín, y luego, a solas, 
					murmuró con desdén estas palabras: 
					-»La corona de gloria entre sus flores 
					tiene agudas espinas que nos dañan; 
					el que cobarde sus heridas tema, 
					nunca intente alcanzarla.«- 
					    Rocinante murió; con él murieron 
					la hidalguía y nobleza de su raza, 
					su espíritu sutil... alegoría 
					de nuestra edad dorada. 
					    Materialista, en cambio, interesado, 
					de pobre fondo, y de corteza basta, 
					palpita en nuestro siglo todavía, 
					el jumento de Sancho, en cuerpo y alma. 
					 
					 
  |