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Fábulas 2
 
El trajinero y el jumento
El papagayo y el elefante
El arroyo y la alondra
La palmera y el genio
La luz y las ranas
El león y su hijo
El saltimbanquis
En el sol y en la sombra
El corcho
El viejo y la voz
La niña y las ondas
El jardín y el monte
El ascua
La espada y el escudo
La paloma y la urraca
El lirio
La nube
La nave rota
El avaro y el barquero
El rocín y el jumento

 

El trajinero y el jumento

    Midiéndole las costillas
de muy bárbara manera,
dijo el trajinero al burro:
-»Cruzarás esta vereda
mal tu grado.«-
                          -»No la cruzo,
aunque a varazos me muelas.«-
-»No consiento terquedades.«-
-»Ni yo cometo torpezas;
¿quieres que vaya al escollo
que conozco? Mal lo piensas.
No hay ninguno de mi raza,
tan cerrado de mollera,
que no esquive los peligros.
Sitio que daños nos cuesta,
¿pasarlo segunda vez?
Ca; primero nos desuellan.«-

                             ***

    Quien reincide en el vicio,
y en el riesgo no escarmienta,
tome lecciones del burro,
que es maestro en la prudencia.

El papagayo y el elefante

    En tono harto irritante
decía el papagayo al elefante:
-»Y
¿no tienes a mengua
encerrar, vergonzoso,
tan diminuta lengua
dentro ese cuerpo en magnitud coloso?
La mía, ya lo ves, con ser yo chico,
me está estrecha en el pico.«-
    -»No envidio tu estructura;
soy fuerte, -dijo el bruto con dulzura,-
y desdeño prudente tus alardes;
ser lenguaraz es propio de cobardes.«-

El arroyo y la alondra

    Cierto arroyo cenagoso
dijo a la alondra en su vuelo:
¿Cómo para ataviarte
no te miras en mi seno?»-
-»Porque son turbias tus aguas
y yo me miro en el cielo.«-

                          ***

    El vicioso, en su conducta,
es el arroyo de cienos;
sus obras son aguas turbias
que no sirven para espejo.

La palmera y el genio

    Preguntad a la palmera
¿por qué da frutos mejores?
y os contesta tristemente:
-»Nutrime en tierra salobre.«-
    Preguntad
¿quién le dio al genio
sus más bellas concepciones?
y os dirá con amargura:
-»Me apacenté en sinsabores.«-

La luz y las ranas

    Silencio impone a las ranas
una luz bien encendida.

                   ***

    La virtud esplendorosa
es mordaza de la envidia.

El león y su hijo

¡Pobre hijo mío! tu natalicio
va presidido de aciaga estrella;
con darte vida, perdió la suya
tu augusta madre, la infeliz reina.
    Y
¿quién ahora, cabe tu cuna,
velará amante por tu existencia
dando a tu cuerpo jugosa leche,
y altas virtudes a tu alma tierna?«-
    Eso decía, meditabundo,
el poderoso rey de las selvas,
príncipe egregio, que en todo imprime
los resplandores de su grandeza;
    pero, venciendo tenaz congoja,
yergue su frente, y al punto ordena
que se convoquen a su manida
las más robustas lechosas hembras;
    y la que elija, como nodriza
para su hijuelo, tendrá riquezas
en abundancia, dijes preciados,
cubil muy blando, comida espléndida.
    Pronto al reclamo del pregonero,
que rebuznaba con entereza,
del alto monte, del hueco valle,
de los breñales y la pradera,
iban surgiendo las candidatas.
    Cuando estuvieron en asamblea,
con voz potente, desde su trono,
el León hablolas de esta manera:
    -»Ese cachorro, recién nacido,
vástago ilustre de mi ralea,
es el que un día, monarca fuerte,
ha de regiros en paz y en guerra.
    Para que sea digno del solio,
hay que inspirarle grandes ideas;
nutrir su mente de hechos heroicos;
darle virtudes que le enaltezcan.
    Venid, pues, todas; no haya recelo;
cada cual hable con su llaneza,
y exponga franca qué moral sabia,
qué delicadas máximas bellas
hará que suenen en los oídos
de esa criatura, toda inocencia.«-
    Vino la zorra: -»Yo enseñarele
actos de dolo, mañas arteras.«-
-»Yo la venganza« -dijo la loba.
-»Idos entrambas, que sois perversas.«-
-»Le haré ligero« -dijo la corza.
-»Yo fiel y dócil« -clamó la perra.
-»Quiérole manso« -dijo la burra.
-»Yo altivo y noble« -dijo la yegua.
-»Bien, pobrecitas,
¿y la elefanta
qué bien la inculca?«-
                                     -»La fortaleza
con la dulzura.«-
                             -»
¡Prendas preciosas!
¿Y qué le infundes, tú, blanda oveja?«-
    En voz muy queda, toda temblando:
-»Gran rey, responde, yo la clemencia.«-
-»Esa, hija mía; esa es, sin duda,
de las virtudes la más excelsa:
ella es un lazo que, en amor santo,
con el vasallo nos encadena;
ella nos hace ligero siempre
el duro peso de la diadema.
Ve: da tus pechos a mi cachorro;
vela amorosa su cuna regia.«-

                                        ***

   
¿Quién, sospechara que un ser salvaje
con tales dotes resplandeciera?
Y
¿habrá un monarca que no perdone
cuando perdonan hasta las fieras?

El saltimbanquis

    A trompetazos un saltimbanquis
             la gente llama,
y en torno suyo, formando corro,
             todos se paran.
 »
¡Ea, señores, que ya comienza
             la alegre danza.«-
Y varios pavos al punto arroja
             sobre una plancha.
En cuanto ponen los pies en ella,
             las aves saltan;
y gesticulan; y dan chillidos;
             baten las alas.
A carcajadas se ríe el vulgo,
             y hay quien exclama:
-»Bien se comprende que de sus pechos
             el gozo estalla;
¿quién dudar puede que son dichosos
             cuando así bailan?«-
-»Mal los juzgasteis. Sus espavientos,
             -otra voz clama-
son los martirios del vivo fuego
             que les abrasa;
los pobres tienen un hierro ardiente
             bajo su pata.«-

                                     ***

Más de un artista, bufón forzado
             sobre las tablas,
lleva en su pecho candente el hierro
             de la desgracia,
y en sus adentros sufre dolores
            y vierte lágrimas.

En el sol y en la sombra

    Mientras espléndido el sol
doró mi ser,
¡cosa rara!
con trazas de amiga fiel,
mi sombra me acompañaba.
    Después el sol se ocultó;
perdí su lluvia dorada;
y al verme sin ella ya,
la sombra me dejó, ingrata.

                            ***

    
¡Cuántas sombras de amistad
desvanece la desgracia!

El corcho

    Hundid el corcho-y él se levanta;
no se sumerge;-flota en el agua.

                                 ***

    La verdad, dicen,-que está formada
de esa corteza-que sobrenada.

El viejo y la voz
La materia y el espíritu

-»Partes de mi propio cuerpo,
formas un tiempo lozanas,
¿cómo así os desmoronáis?-
-triste un viejo preguntaba.-
Encaneció mi cabeza;
púsose corva la espalda;
la tez perdió su tersura
y hasta las fuerzas me faltan.
¿De qué arcilla deleznable,
de qué polvo estáis formadas,
que, en la escala de la vida,
el subir os anonada?«-
¿Es que la materia muere«-
Clamó una voz sobrehumana.
Facultades del espíritu,
que, buscando mejor patria,
pugnáis siempre por romper
la prisión que os avasalla;
¿cómo tan altas crecéis?«-
-El mismo viejo exclamaba.-
-»Ahora mi entendimiento
sus horizontes ensancha;
y es mi voluntad más firme,
y es mi memoria más clara.
    Nobilísimas potencias,
¿de qué esencia estáis formadas,
que en la aridez del invierno
florecéis con tantas galas?«-
    Y la voz dijo: -»El Eterno
las forjó en excelsa fragua.
Ellas proclaman a coro
la inmortalidad del alma.«-

La niña y las ondas

-»Teme, ángel mío,
las ondas mansas;
huye sus besos.
Deja la playa.«-
-»No, madre mía.
¿Cómo temerlas
si me acarician?«-
    Pasa un instante;
las crespas olas,
mintiendo halagos,
vuelven traidoras;
y
¡ay! que al mar llevan
al angelito
que fió en ellas.

                ***

    Olas: las mismas
que en lenguas de agua
laméis la arena,
para tragarla;
sois fementidas:
tenéis los besos
de la perfidia.

El jardín y el monte

    Burlose un jardín florido
de la incultura del monte;
-
¿Cómo así tan sin ropaje?
¿Tu desnudez no conoces?
»
¡El manto con que me cubro
lo esmaltan ricos colores;
pero el tuyo es deslucido:
¡Qué aridez! ¡Serás muy pobre!«-
-»Esto dicen; mas no pienses
que tus galas ambicione;
las flores que tú produces
son bien efímeras flores;
apenas duran un día.
Pero yo he criado el roble,
y el roble vivirá un siglo:
la diferencia es enorme.«-

                               ***

    Qué bien dijo aquel que dijo
»que el hábito no hace el monje.«

El ascua

El ascua candente ardía
y la guardaron respeto;
hoy la ven hecha pavesas
y la pisan con desprecio.

                   ***

   
¡Qué de veces se repiten
en el mundo esos ejemplos!

La espada y el escudo

    Cierta luciente espada, que en la vaina,
en ocio torpe, sin cesar durmió,
de un abollado, deslucido escudo
             cobarde se burló.
    Éste dijo: -»Producto de la inercia
es tu esplendor, sobrado baladí;
yo me empañé en la lid; la abolladura
             es gloria y fama en mí.«-

La paloma y la urraca

    La urraca picotera
    decía a la paloma, su vecina:
-
¿Sabes que es feo por demás, hermana,
ese pavón venido de las Indias?
¿No has visto qué ridículas maneras,
¿Qué voz, tan repugnante y desabrida?
¿Y los pies? ¡Santo Dios, qué pies aquellos!
»Al recordarlos una se horripila.
Si tal monstruosidad el mundo aclama
como una maravilla,
a fe de urraca, que mal gusto tiene.«-
-»Pues, ves, amiga mía,
-le contestó la cándida paloma;-
yo dudo mucho que en la tierra exista
otra ave que atesore
tal conjunto de gracias peregrinas.
Hay esbeltez en su bonito talle;
hay en su andar nobleza y gallardía,
y en su garzota de ligeras plumas
un singular donaire que cautiva.
Cuando, mintiendo el iris de los cielos,
forma su cola aquella rueda linda,
rica en cambiantes de zafir y oro,
hasta las flores su matiz envidian.
¿Quién, pues, urraca, al ver tantos portentos
sus lunares levísimos no olvida?«-

                                           ***

    El malo siempre al prójimo censura
con acritud indigna;
el bueno en su indulgencia
a la paloma imita;
¿nos encuentra defectos? disimula.
¿Nos nota bellas prendas? las publica.

El lirio

    -»Si las flores se agostaron
»al rigor del sol de estío,
¿cómo, lleno de frescura
y de encantos peregrinos,
tú solo al cielo levantas
la frente, cándido lirio?«-
-»Es que guardé cuidadoso
una gota de rocío,
que depositó la aurora
en mi seno alabastrino;
y a esa dulce gota debo
la pureza con que brillo.«-

                          ***

    La inocencia es para el alma
cual la gota de rocío:
aquellos que la guardaren
inmaculada, de fijo
alzarán siempre su frente
tan pura como los lirios.

La nube

    Densa y oscura vaga la nube
mientras el agua vive en su seno;
cuando la vierte sobre la tierra
la negra nube va esclareciendo.

                                      ***

    Brumosa y triste se siente el alma
mientras la oprimen secretos duelos;
si al fiel amigo los comunica,
se alivia el peso de su tormento.

La nave rota

-»Piloto inhábil, que en terrible escollo
hiciste zozobrar la nave mía;
piloto inhábil, -exclamaba el náufrago,-
el cielo te maldiga.«-
    -»Me increpas sin razón; la mar traidora,
de mansa que era se tornó bravía;
y ella, no yo, llevándola a las rocas
hizo la tabla astillas.«-
    Y la mar dijo: -»El inconstante viento,
en hora aciaga, desató sus iras;
no me culpéis: su embravecido soplo
volcó la navecilla.«-
    -»Y
¿puedo, por ventura, poner vallas
al poder invisible que me agita?
¿No os conduzco a buen puerto muchas veces?
¿De qué se me acrimina?«-
    En resumen, el náufrago no supo
de donde el contratiempo procedía.

                                              ***

    Negra, muy negra debe ser la culpa,
cuando todos la esquivan.

El avaro y el barquero

¿Vais al infierno?« -dijo Caronte.
-»Sí -secamente clamó el avaro.-
venga el pasaje.«-
                                -»No pago impuestos.«-
-»Pues no hay barquilla.«-
                                         -»Ireme a nado.«-
-»Nadie en mis barbas la ley infringe;
ved que el ser terco no os cueste caro;
para este censo tenéis el óbolo
que os ofrecieron al enterraros,
y ese es el premio que a todos cobro;
¿lo dais?«-
                   -»He dicho que nada pago.«-
    Y dando oídos a su egoísmo,
tal vez por miedo de ser robado,
se engulle el cobre: corre al Estigio;
hiende las ondas, y cruza el lago.
    Cuando tocaba la opuesta orilla,
preso al Averno se lo llevaron,
Plutón le dijo: -»Mísero viejo,
voy a vengarme de tu atentado;
vas a pagarme toda la usura;
todos tus fraudes y tus engaños.«-
    Y golpeando tremendo el yunque,
de donde brotan siniestros rayos,
exclama: -»
¡Minos! crea un suplicio
atroz, horrible, desesperado,
que sus entrañas torture lento;
que sea fuente de eterno llanto.
    El hierro es poco para ese infame,
el fuego mismo fuera harto blando;
sus sufrimientos han de ser crueles;
mucho más crueles que los de Tántalo.
Aguza, aguza pronto tu ingenio;
no te detengas; yo te lo mando.«-
    El juez severo de los infiernos
se alzó entre llamas; meditó un rato,
y al cabo dijo: -»Haz que reviva:
que vuelva al mundo de los humanos;
que, en justa pena de su avaricia,
miren sus ojos el despilfarro
que, a todas horas, sus herederos
están haciendo de sus denarios.«-

El rocín y el jumento

En escondido valle, cierta noche,
tras de ruda jornada,
postrados de fatiga
dormían Don Quijote y Sancho Panza;
aquél viendo entre sueños
a Dulcinea, su fermosa dama,
y éste creyendo gobernar tranquilo
la ínsula tantas veces suspirada.
    No lejos de sus dueños, y paciendo
con harta holgura la menuda grama,
Rocinante y el Rucio,
como buenos amigos, platicaban:
¿Has visto a mi señor -dijo el jamelgo-
con qué bravura terminó su hazaña,
y cómo, hidalgo, perdonó al del Bosque,
cuando rendido le miró a sus plantas?
Esto es saber vencer al enemigo;
esto es triunfar con honra en las batallas.
¿Dónde hallar ningún otro caballero
que adquiera tanto lauro y tanta fama?«-
-»Pues a fe de borrico,
que semejante prez no se me alcanza.
¡Qué diablos de victorias!
Sacar rotas la oreja y la celada,
quebrantados los huesos otras veces,
o molidas a palos las espaldas.
¿Qué vale ganar hoy, si siempre pierde?«-
-»No seas machacón: la empresa es santa;
y, lo repito, es fuerza que fundemos
igual institución en nuestra raza.
¿Caballería andante tienen ellos?
Tengámosla también, que la reclaman
la débil inocencia perseguida,
la impotente flaqueza avasallada.
¿No hay follones acaso, y malandrines?
¿No devoran, feroces, y a mansalva,
la vulpeja a la cándida paloma,
y el voraz lobo a la cordera mansa?
Y el tigre y el león, y tantas fieras
como se ceban en la sangre humana,
di
¿no merecen ejemplar castigo?«-
-»Sí, en verdad; pero
¿quién les pone a raya?«-
-»Nosotros; ejerciendo el noble oficio
que ejerce Don Quijote de la Mancha.«-
-»Y
¿dónde vamos a colgar el yelmo,
ni cómo haremos uso de la lanza?«-
-»Qué yelmo, ni qué lanza, majadero?
¿No llevamos los dos mejores armas?
Coz y mordisco al que luchar se atreva.
Y, fuera compasión, caiga el que caiga.
El fraude, el robo, el crimen,
son hijos de la gula y de la holganza;
la continencia sólo y el trabajo
harán la bestia honrada.
No se apacienten, pues, en carne viva,
que buenos son el heno y la cebada;
y, en vez de holgar y acariciar el vicio,
edúquense, y aténganse a la carga.«-
¿Y nos dará provecho el sacrificio?«-
-»Y sempiterna fama;
los más ricos graneros
nos brindarán el trigo a fanegadas,
y los feraces campos
su fresca yerba y su sabrosa alfalfa.
¿Y en las lides de amor? ¡Cuánta ventura!
La mejor yegua que crió el Jarama
será para nosotros.«-
                                  -»La renuncio:
en mi pueblo natal, junto a mi casa,
hay una burra de lucido pelo,
nervudos lomos y carnosas ancas,
que me tiene hechizado. No la cambio
por fembra alguna.«-
                                   -»
¡Bien por tu constancia!
Sobrado premio te darán las luchas.«-
¿Y serán arriesgadas?«-
¿Quién lo duda? Se puede hallar la muerte
a un solo golpe de potente garra;
puede venir una atrevida hiena
que, a puro dentellar, nos parta el alma;
o un fiero encantador, hecho vampiro
que chupe nuestra sangre...«-
                                              -»
¡Oh! calla, calla.«-
-»Aventuras son estas.«-
                                         -»Desventuras,
dirás mejor; no, no me cuadran.
Al pensar en los riesgos que me pintas,
me gruñen las entrañas.
Insiste en tu locura si te atreves;
corrige los entuertos que te plazca;
imita a tu señor, y por mi vida,
que pararéis los dos en una jaula.
Yo no tengo valor para esa empresa;
y en cuanto asome el alba,
voy a decir al labrador Alonso,
al que llamáis ahora Sancho-Panza,
al amo mío, que marchemos juntos;
que me deje habitar la antigua cuadra,
que me lleve cual antes al molino;
y me ocupe otra vez en la labranza.«-
¡Vete con Dios! Por tu medroso genio
y tu poca ambición téngote lástima.«-
    Esto dijo el rocín, y luego, a solas,
murmuró con desdén estas palabras:
-»La corona de gloria entre sus flores
tiene agudas espinas que nos dañan;
el que cobarde sus heridas tema,
nunca intente alcanzarla.«-
    Rocinante murió; con él murieron
la hidalguía y nobleza de su raza,
su espíritu sutil... alegoría
de nuestra edad dorada.
    Materialista, en cambio, interesado,
de pobre fondo, y de corteza basta,
palpita en nuestro siglo todavía,
el jumento de Sancho, en cuerpo y alma.